Antes teníamos nombres,
ahora somos números,
almas carentes de voces,
sólo dígitos oscuros.
Le cantamos al amor
sin saber si existe o no
le contamos a la vida
una sarta de mentiras.
Consumimos sin quejarnos
los productos que enriquecen
sin pensar en los trabajos
de aquellos que se empobrecen.
Inventamos nuevas leyes
para ser más intocables
y creamos nuevos reyes
fácilmente comerciables.
La corrupción es de verdad
y alimenta con divisas
las políticas absurdas
de esta nueva sociedad.
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